Unicentro fue el escenario del surgimiento de una leyenda urbana que recorría los pasillos de los colegios bogotanos en los cuales se hablaba de tropeles memorables y personajes que parecían producto de la imaginación, pero que existieron de verdad. El Negro Tadeo, Esteban, Pinky, Pirata, Juano, Lucas y centenas de muchachos conformaron algo así como una gallada desorganizada de clase alta preocupada por el bicicross y la música primero y después cooptada por el narcotráfico salvaje de aquellos años y el consumo que a unos terminó por costarles la vida en episodios violentos y a otros los deshaució en la vida de la calle. Otros, aún cuentan la leyenda en foros de internet, donde la nostalgia por la cultura de aquella época esconde la terrible historia de muchachos que terminaron convertidos en criminales o redimidos cuando alcanzaron la adultez.